Las manos del General aparecieron un día de éstos, alrededor de las 15 hs., caminando por la Avenida de Mayo. Como es de suponer, caminaban con sus propios dedos. En los extremos superiores (o inferiores, según cómo se miren) estaban cubiertas de sangre seca. Era por la amputación, ¿viste? Aunque dicen que los cadáveres ya no sangran pero éste parece que sí porque el General era muy porfiado, siempre hacía lo que quería, incluso después de muerto. Los primeros transeúntes que pudieron darse cuenta se desmayaron del susto. Los medios de información dijeron que, como era previsible, enfilaban, ambas, hacia la Casa Rosada. Se les frunció el ukelele a todos los funcionarios del Poder Ejecutivo Nacional. El General, como era su costumbre, venía a retomar el mando. Aunque fuera nada más que con las manos, ¿qué más necesitaba? Siempre sobró su espíritu, diseminado y creciendo por estas pampas. Y el cerebro, ¡buéh!, eso no era muy indispensable, sobre todo para el General. Muchos trataron de capturarlas para impedirles el paso. No pudieron. Eran manos mágicas. Llegaron en perfecto estado de salud. Abrieron la puerta del Despacho. Se instalaron, como siempre, en el Sillón Presidencial.
MARIANA MIRANDA
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